El simple arte de matar (Raymond Chandler)
Raymond Chandler
Fragmento del ensayo
EL SIMPLE ARTE DE MATAR (1950)
Por estas calles mezquinas tiene que andar un hombre que no es mezquino, que no está manchado ni tiene miedo. El detective de esa clase de relatos tiene que ser un hombre así. Él es el héroe; él lo es todo. Debe ser un hombre íntegro y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, por usar una expresión manida, un hombre de honor por instinto, inevitablemente, sin pensarlo, y ciertamente sin decirlo. Debe ser el mejor hombre de su mundo y un hombre suficientemente bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creo que podría seducir a una duquesa, y estoy bastante seguro de que no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor para una cosa, lo es para todas.
Es un hombre relativamente pobre; de lo contrario, no sería un detective. Es un hombre común, porque si no, no viviría entre gente común. Tiene cierto conocimiento del carácter ajeno, o no haría bien su trabajo. No acepta con deshonestidad el dinero de nadie, ni la insolencia de nadie, sin la correspondiente y desapasionada venganza. Es un solitario, y su orgullo es tal que debes tratarlo como a un hombre orgulloso o lamentarás haberlo visto alguna vez. Habla como habla un hombre de su tiempo, es decir, con ingenio áspero, con un vivo sentido de lo grotesco, con repugnancia por lo falso y desprecio por lo pueril.
El relato consiste en la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y no sería una aventura si no le ocurriera a un hombre adecuado para las aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que te sorprende, pero le pertenece por derecho propio, porque él pertenece al mundo en que vive. Si hubiera suficientes hombres como él, el mundo sería un lugar seguro en el que vivir, sin que se volviera demasiado aburrido como para que no valiera la pena vivir en él.
Literatura | 29-07-21