Épica y vida



Esta época carece de toda épica, de todo anhelo de algo elevado, y estoy seguro de que algo tiene eso que ver con el tono depresivo y apático que caracteriza a la sociedad actual. No hay una dirección en la que se quiera ir ‒de una forma más o menos consensuada‒, una que se considere preferible al presente; es más, una que no consista en querer recuperar rasgos identitarios o estándares materiales del pasado, que ya se han perdido. En este último sentido, atrofiado y hemipléjico, y sólo en éste, cabe hablar de una cierta pseudoépica que únicamente es enarbolada por la derecha, una derecha con tics cada vez más fascistas (nacionalismo y fundamentalismo religioso). ¿Es posible que haya una épica no fascista? ¿Una concepción de la vida como una guerra contra las limitaciones y la adversidad, que no se traduzca en la literalidad de una guerra contra otros seres humanos? La cuestión de fondo, que se adivina tras ésta, es si puede haber una épica no política, no politizable (en el peor sentido, además, de lo político, el del “partidismo”); si puede despertar de nuevo una épica de la existencia, totalmente distinta de una que enfrente a una parte de la población contra el resto. Aunque, claro, ¿a qué tipo de metas aspiraría semejante épica no política sin caer en el mero esteticismo? Esto es lo que me da qué pensar.


Me pregunto también hasta qué punto esta actual carencia tiene algo que ver con la pérdida de lo “literario”, de las narrativas comunes que exponen posibilidades vitales del ser humano ‒lo cual, al no sostenerse en las propias raíces lingüísticas humanas, no funciona con otras narrativas como el cine o el videojuego, incapaces de proporcionarnos ese “trasfondo”‒. No creo que sin unas letras comunes (humaniora) a toda una sociedad esto sea posible; y no sé si, aun con ellas, lo sería ya hoy en día, en una sociedad totalmente absorbida por la imagen y no por la narración. ¿Podemos, sin ésta, aspirar a fines distintos a la repetición del presente?





Por D. D. Puche

Literatura | 13-02-22


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